Brillo maligno doblegado acero,
fundiendo al rojo vivo de tu sangre,
confundiendo a los demás con tu mirada.
Piedra ardiente de tu pecho, corteza oscura
de tu alma, finges amor y después matas,
y sonríes como diciendo: "aquí no ha pasado nada".
Tu voz finge un encanto y no hay instrumento
para tu canto. Pérfido, cruel e ingrato,
no te conmueve el llanto y te olvidas
de la lumbre de la flor siempre viva.
Te olvidas de que existe el infierno y la gloria,
te olvidas hasta de tus mismas memorias
y ya no crees ni en primavera ni en otoño,
pues, engañas con tus encantos.
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